lunes, 3 de agosto de 2009

EL PODER POLÍTICO Y LOS DERECHOS HUMANOS

 

Apreciados (as) Estudiantes:

Iniciamos en el día de hoy 3 de Agosto de 2009 una nueva versión del Curso de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.

Las opiniones que enseguida consigno, tienen la finalidad académica de abrir un debate y fomentar la participación de todos y todas alrededor de los temas fundamentales de la materia.

Las ideas se expresan en el marco ya enunciado y, por supuesto, no comprometen a la Institución que dirijo en el Departamento del Cauca.

 

EL PODER POLÍTICO Y LOS DERECHOS HUMANOS

Víctor Javier Meléndez Guevara

Especialista en Derecho Público, Profesor de Derechos Humanos y DIH

El poder político es la dominación que por representación ejercen unos seres humanos sobre otros; el extremo dominado asume y acepta como una carga pública -como un precio por vivir en comunidad- la voluntaria subordinación a quienes detentan transitoriamente dicho poder y la sujeción al pacto social y, el extremo dominante, la obligación de cumplir los fines esenciales de la organización social.

Los derechos humanos, que son los enunciados y reconocidos en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, desde la perspectiva del titular de las obligaciones que ellos generan, son las conductas que debemos esperar y podemos exigir a nuestros gobernantes, entendida la palabra gobernantes en su sentido más amplio e incluyente, comprendiendo a los agentes directos e indirectos del Estado.

La colisión que en la realidad sufrimos entre poder político y derechos humanos es estructural y obedece al incumplimiento sistemático por parte de los detentadores del poder político de los postulados de la democracia y del Estado de Derecho.

También se basa en la ausencia de ciudadanía que se aprecia en la  realización formal del derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder público, la que a su turno se proyecta en actitudes de facilismo, nomeimportismo y falta de compromiso de los actuales ciudadanos con las presentes y futuras generaciones.

La democracia también exige la celebración de elecciones periódicas reales. Reconociendo los méritos de nuestro Primer Mandatario que, haciendo gala del talante de su raza, ha colocado un punto alto de trabajo por la Patria, por aquellos valores que merecen ser inmarcesibles, como es es caso de la libertad y la identidad nacional, es inadmisible en una democracia la perpetuidad de un asociado en la posición de Gobernante, porque esta posición, a diferencia de la calidad de Gobernado que es permanente, está determinada por la existencia de periodos continuos y regulares de votaciones en los cuales el elector debe tener la posibilidad real de escoger a quien elige.

Los choques de las ramas del poder público, la intromisión de las autoridades de una rama en las decisiones de otra sin que se trate del hecho de ejercer los pesos y contrapesos del sistema democrático, desdibujan éste sistema que es razón y  sustento de los derechos humanos.

La existencia de figuras jurídicas como la Carrera Administrativa, el ejercicio de la investidura de Legislador con carácter vitalicio, son vestigios de sistemas no democráticos y se constituyen en una amenaza a los derechos humanos.

Se debe prever el reemplazo continuo en el servicio público, en lugar de la permanencia indefinida en el mismo, a través de escuelas para el servicio público, en las cuales se formen todos los ciudadanos para ejercerlo, aprendiendo en primer lugar que harán su debut y despedida, en el periodo que les corresponda, sin poder pretender ninguna clase de inamovilidad.

La organización del Estado al servicio de unos intereses diferentes al interés general de la Nación; la falta de gobernabilidad que se traduce en dependencia de poderes externos para conservar la estructura del poder; los bajos niveles, cobertura y calidad de la Educación; el uso de la fuerza legítima del Estado a favor del derecho de propiedad sin un previo balance de derechos constitucionales en tensión o colisión; la pobreza y la miseria; la desaparición forzada; el homicidio en persona protegida; la tortura; la privación ilegal de la libertad; la violación del domicilio; el desconocimiento de la autonomía, el territorio y la unidad de los pueblos indígenas; las restricciones a la movilidad; los bloqueos de alimentos; los bombardeos indiscriminados; el desplazamiento forzado; los bajos niveles de justicia; la corrupción; la falta de un control intra y extra poderes efectivo, son formas de violación de derechos humanos, es decir, son conductas con las cuales agentes directos o indirectos del estado vulneran, en cualquier persona, momento y lugar, derechos enunciados y reconocidos en el derecho internacional de los derechos humanos.

El desconocimiento de qué son los derechos humanos, cuáles son los derechos humanos, cómo operan sus mecanismos de defensa en el orden nacional, regional y universal, es en si mismo una violación de derechos humanos y una fuente de continuas e inacabables vulneraciones y amenazas.

Como es fácil percibir, la defensa de los derechos humanos no es una actividad subversiva, subversivo es el empobrecimiento y el desmantelamiento continuos del Estado de Derecho y de la Democracia que hacen agentes del Estado asistidos por el poder al cual han accedido en el marco de un sistema jurídico y democrático, utilizando su “cuarto de hora” no para objetivar la Carta Fundamental, garantizando la Vida, la Libertad, la Igualdad y demás derechos, sino para enriquecerse ilícitamente, para ordenar el uso de las armas del Estado a favor de intereses privados y, en general, para conculcar derechos en lugar de realizarlos.

El aprendizaje de los Derechos Humanos, de las reglas del Derecho Internacional Humanitario, es un imperativo de nuestro días, si queremos consolidar unos ideales de libertad e igualdad que nos alejen definitivamente de esas épocas de la humanidad en las cuales la concentración del poder en una sola persona, la fusión artificial del Estado y la Sociedad en los totalitarismos de izquierda y de derecha, llevaron a la humanidad a ejecutar actos de barbarie que cegaron la vida a miles de seres humanos, algunos de los cuales no recibieron siquiera el reconocimiento como personas y muchos de ellos tampoco fueron considerados como seres humanos.

En esta época en la cual la dignidad de los seres humanos, el Estado de Derecho y la Democracia forman esa tríada sobre la  cual se afirma la existencia de derechos universales, indivisibles, interdependientes, inherentes, absolutos, inalienables, inviolables, progresivos, irreversibles, indisolubles, e imprescriptibles, asombra que muchos de nuestros conciudadanos vivan de manera infrahumana, al tiempo que las riquezas naturales del país, que son patrimonio de los colombianos y de la humanidad, se explotan de manera abusiva, anti ecológica y se destina el ingreso que ellas generan no a crear bienestar y prosperidad general, sino a la adquisición de bienes que producen mayores gastos, deterioro ambiental, discapacidad y muerte.

Si nuestra actitud frente al poder público es de complacencia y no de exigencia basada en la existencia real de los Derechos Humanos, el conflicto en Colombia será eterno. El lema que distingue a la Institución Nacional de Derechos Humanos de Colombia: Derechos Humanos Para Vivir en Paz, es según lo expuesto, más que un lema institucional, un método para superar las violencias que nos agobian.

Finalmente, se puede inferir de lo que queda escrito, la necesidad, importancia y trascendencia de participar en una Cátedra de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, tanto para sus actores principales que son los estudiantes, como para el docente y la Institución de Educación Superior que nos brinda a todos y todas su generosa acogida.

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